La utilización de esta resina en ceremonias religiosas
se remonta desde muy antiguo ya que los sacerdotes egipcios ya la
utilizaban, tradicionalmente se ha identificado el incienso con la
religión y hoy es indispensable para realizar cualquier acto mágico.
El incienso era, por tanto, materia de uso corriente y común: creaba un
buen olor, un buen ambiente, allí donde abundaban los malos olores.
Como era un perfume muy caro solo tenían acceso a él los reyes, los ricos
y los santuarios. Pero el incienso vino a sus¬tituir a otras esencias
perfumadas más antiguas y más accesibles como eran los palitos de
ciprés, de cedro, mirra y otros aromas.
La finalidad primera del
incienso, lo mismo que de otros perfu¬mes, era purificar; por tanto,
aparecía en los ritos de purificación junto con la libación de agua. El
agua era el símbolo por excelen¬cia de la purificación y el incienso lo
era de la limpieza del aire y del ambiente.
Testimonios del año 525
a C. revelan que el incienso se ofrecía ya en el templo de Elefantina
(Egipto) junto con las ofrendas vegetales.
El humo del incienso era
un medio, el vehículo por el que los perfumes llegaban hasta los dioses
que habitaban en las alturas del cielo. Por eso, este tipo de
sacrificios no se realizaban solo en el in¬terior de los templos, sino
preferentemente en lo alto de los montes, donde se situaba el santuario
del dios principal de la ciudad. A falta de un lugar más alto, las
terrazas de las casas servían también para ofrecer los sacrificios del
incienso.
El incienso fue desde hace mile¬nios un elemento
fundamental del culto, tanto en los pueblos paga¬nos como en el pueblo
bíblico. Fue siempre uno de los símbolos de la presencia de Dios.
El incienso, al purificar el ambiente, al darle un determinado olor,
creaba en los creyentes un aire diferente, una atmósfera litúrgi¬ca, en
oposición al aire y ambiente profano, del día a día.
Actualmente el
incienso es un producto de uso cotidiano que conjuga las propiedades de
sus mezclas de hierbas y aromas con el bienestar en el hogar.
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